LA GUERRA POR EL CONTROL TECNOLÓGICO

La guerra comercial entre Estados Unidos y China es, sobre todo, tecnológica y va en serio. Un hecho que al inicio pasó inadvertido la semana pasada ha desatado una tormenta que ha puesto en riesgo la tregua arancelaria pactada por los presidentes Donald Trump y Xi Jinping. Pero el trasfondo y las repercusiones van mucho más allá y el hecho pudiera derivar en una confrontación política más directa entre las dos potencias económicas del mundo en un claro escenario de disputa hegemónica.

El hecho y el momento son simbólicos. El mismo día que Trump y Xi cenaban en Buenos Aires, Argentina, junto con sus equipos en el marco de la reunión del G20 -grupo que reúne a las 20 economías más grandes del mundo-, una ciudadana china de 46 años de edad y de nombre Meng Wangzhou fue detenida en Vancouver por autoridades canadienses con fines de extradición a Estados Unidos, acusada de fraude por violar las sanciones económicas impuestas por la potencia americana a Irán. Mientras tanto, los presidentes Trump y Xi acordaban una tregua en la guerra comercial iniciada por Washington.

Meng, poco conocida en Occidente hasta el sábado 1 de diciembre, es una pieza clave del gigante tecnológico Huawei, empresa privada que rivaliza con Samsung y Apple por el control del mercado mundial de dispositivos y redes inalámbricas de telecomunicaciones personales. Directora financiera y vicepresidenta del corporativo, Meng es la heredera del imperio empresarial creado en 1987 por su padre, Ren Zhengfei, un ex oficial del Ejército Popular de Liberación e integrante del Partido Comunista chino, considerado una de las 100 personas más ricas de China y una de las 100 más influyentes del mundo.

Huawei es la compañía privada más importante del llamado Silicon Valley chino, Shenzhen, una de las grandes metrópolis de la provincia de Cantón y punta de lanza del desarrollo tecnológico innovador de China. Un dato que revela su importancia es que en 2017 Huawei fue la firma que más solicitudes de patentes internacionales realizó. Es uno de los eslabones más fuertes del ambicioso proyecto de modernización industrial “Hecho en China 2025”, con el cual el gobierno chino pretende elevar de 40 a 70 % el contenido nacional de sus productos y, con ello, convertirse en el líder mundial e indiscutible de innovaciones tecnológicas como la inteligencia artificial y el internet de las cosas.

Es ahí donde precisamente embona Huawei, que es de vital importancia para la consolidación de la red inalámbrica de quinta generación, conocida como 5G, el futuro inmediato no sólo de las telecomunicaciones, sino de toda la tecnología electrónica de escala doméstica, industrial y militar. ¿Qué es el servicio 5G? El 2G, lanzado en 1991, permitía enviar mensajes de texto además de hacer llamadas telefónicas; el 3G, de 1998, se amplió a la posibilidad de conexión de internet, y el 4G, de 2008 y vigente todavía, sumó el video.

El 5G, que se espera sea lanzado masivamente en 2020, incluye video en tercera dimensión y alta definición y, sobre todo, la posibilidad de control de hogares, oficinas y ciudades inteligentes a partir de un dispositivo móvil. Cámaras de vigilancia, alarmas, sensores, automóviles, drones, centros de datos, robots, sistemas de calefacción y enfriamiento, electrodomésticos y cualquier aparato con posibilidad de conectarse a la red, podrá ser controlado desde una plataforma de quinta generación con una facilidad y rapidez sorprendentes.

Desde el año pasado el gobierno norteamericano ha evidenciado sus recelos por el avance que muestra China en el desarrollo de estas nuevas tecnologías debido a las aplicaciones militares que pudieran tener. Incluso, cada vez son más los analistas que opinan que el déficit comercial de Estados Unidos con China es sólo el pretexto de Trump para golpear el ascenso de Pekín a la vanguardia tecnológica, tal y como las sanciones a Irán sirven hoy con el mismo objetivo. Es tan importante este asunto que el magnate republicano se ha planteado incluso la idea de crear una empresa pública que se encargue exclusivamente de desarrollar el servicio 5G para evitar el rebase de los chinos.

Y los recelos norteamericanos están contagiando a otros países desarrollados con economías de mercado. Los gobiernos de la Unión Europea, Japón, Nueva Zelanda y Australia han manifestado su preocupación por la información que China podría obtener a partir de la masificación del uso de aparatos Huawei. El propio Donald Trump ha prohibido a todos sus colaboradores utilizar móviles de esa marca. No obstante, meses después medios estadounidenses revelaron que Pekín había espiado al presidente y sus funcionarios con chips implantados en iPhones, de la marca norteamericana Apple pero ensamblados en China. La respuesta del gobierno asiático fue una broma: “les sugerimos que se cambien a Huawei”. Una broma que parece que no cayó nada bien en Washington.

La postura de Pekín frente a la detención de Meng Wangzhou es clara. Luego de exigir a Canadá, so pena de “graves consecuencias”, la inmediata liberación de la ejecutiva de Huawei, Global Times, uno de los principales medios difusores de la línea del gobierno de Xi Jinping, ha publicado en artículos y editoriales que Estados Unidos y sus aliados quieren impedir a como dé lugar que “las empresas chinas participen en la construcción de redes 5G en mercados locales”, y que la detención de la heredera del imperio tecnológico es otra muestra clara de ello.

Frente a la desconfianza y hostilidad abiertas de los países desarrollados, China tendrá que aplicar estrategias cada vez más complejas para persuadir a cada nación de que la introducción de su tecnología no implica riesgos para su soberanía, a la par de que deberá seguir construyendo en los países emergentes, como México, alternativas de mercado para sus productos. El mundo, nuevamente, parece transitar hacia una bipolaridad, más compleja y menos ideológica que la de la segunda mitad del siglo XX, por la interconexión global que hoy existe.

¿Qué posición adoptará México en medio de esta lucha? Vale la pregunta en un momento de cambio de régimen como el que vivimos, y por la disposición de estados, como Durango y Coahuila, de convertirse en compradores de tecnología china (como las cámaras de videovigilancia recientemente adquiridas por el gobierno de Miguel Riquelme) y en destinos de su abundante inversión. Al final, lo que está en juego es el control de la mayor cantidad de datos personales, empresariales, gubernamentales y territoriales que jamás se haya recabado. ¿Entenderán nuestros gobiernos la trascendencia de esta revolución?

Noviembre-diciembre 2018

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